“Se alquila habitación con vistas, aireada, con puerta propia y en la que se respira la más auténtica esencia de Ibiza”. Una cama de segunda mano ubicada en una terraza de 5 metros cuadrados, por la que piden 500 euros al mes, ilustra la fotografía de un anuncio que nada entre lo imaginario y lo real.
Otros piden la misma cuantía por dormir en un colchón en el suelo de un salón, compartiendo “mansión” con 4 jóvenes (o no tan jóvenes) más, sin derecho a baño o cocina. Los hay, incluso, que se han visto estafados por estos “pícaros inmobiliarios” y han sentido la punzada del robo en sus maltrechos bolsillos por una pareja, recientemente detenida, que ha estafado cerca de 15.000 euros a varias víctimas ofreciendo falsos alquileres desde Internet.
En el otro lado de la cama estamos los que sufrimos a estos “pisos patera”, en los que entra una nueva hornada de trabajadores de temporada, ruidosos más por cantidad que por intención. En esencia, quienes vemos cómo los propietarios de las puertas A, B o C de nuestra planta, de arriba y de abajo, comienzan a pintar y a hacer obras para arreglar las viviendas en las que “meterán” a todos los que puedan para hacer el agosto a costa de nuestro sueño y comodidad. Mientras, esa adorable familia a la que saludabas durante el invierno cada día se muda a casa de sus padres con su bebé porque el dueño les “invita” a marcharse de mayo a octubre para hacer caja a su costa. A cambio, como alarde de generosidad, “solo” les cobra durante el invierno 700 euros al mes por su “pisazo”.
Son muchas las voces que alertan sobre la posibilidad de que Ibiza “muera de éxito” y dentro de tres años explote de nuevo, como ocurriera tras sufrir los coletazos de la crisis mundial que comenzó en 2008 y sobre cuyos brotes verdes comenzábamos a escribir hace tan solo dos veranos. Los profesionales ya no quieren volver a hacer la temporada a Ibiza porque no les sale a cuenta, y los que luchaban por quedarse todo el año, terminan marchándose a los dos o tres años desencantados por una isla que les ahoga económicamente. Se sienten estafados, cansados y se despiden con pena de un oasis donde el agua escasea y las palmeras son de goma. Cocineros, camareros, animadores, dependientes, policías, médicos, periodistas o fotógrafos de todo el mundo han dejado de ver nuestra isla como un yacimiento de empleo, porque los sueldos ya no son lo que eran y el nivel de vida y los costes inmobiliarios son tan altos que no les permiten ahorrar como antaño. Algunos, incluso, regresan en octubre a sus ciudades de origen con una mano delante y otra detrás sin atesorar, tras jornadas de trabajo maratonianas de entre 10 y 12 horas de lunes a domingo, nada más que la experiencia de haber hecho temporada en “el Paraíso”. ¿Se han preguntado quienes se excusan en que todos lo hacen, qué ocurrirá cuando todos ellos dejen de venir a ganarse el pan y el nuestro no pueda cocerse? ¿Tenemos que emprender una campaña en la que les recordemos que “Ibiza somos todos” y que pluma a pluma están haciendo que la gallina de los huevos de oro no pueda seguir escribiendo nuestra historia?
Lo decían el pasado viernes en la entrega de las Medallas de Oro del Consell Insular de Eivissa los portavoces de la Plataforma de Afectados por las Hipotecas (PAH) de Ibiza, quienes recogían una distinción por liderar esta lucha: “los alquileres para todo el año han desaparecido y los de temporada son impagables”. En un discurso emocionante, reflexivo y cuerdo, nos hicieron sentir que tienen razón, y que con el esfuerzo de todos, “Sí, se puede” lograr que el acceso a una vivienda digna sea algo más que un enunciado de nuestra Constitución.
La palabra mafia reverbera con fuerza en titulares y desde las instituciones nos aseguran que este año se incrementará el número de inspectores online y offline para cercar a quienes hacen de nuestra isla un lugar para las élites que acorrala cada día más a las clases medias.
Tenemos hoteles y agroturismos que han hecho inversiones millonarias para acoger a ese turismo de calidad que todos vemos con buenos ojos, porque en esta isla siempre se ha practicado la ensalada de “clases” con la virtud de quien cocina con ingredientes muy dispares. Cuando hace 13 años pisé por primera vez Ibiza con un precario contrato de redactora en una emisora de radio, tuve la suerte de encontrar un piso compartido por 500 euros que me permitía vivir con mi sueldo de 780 euros. En aquella época busqué colaboraciones en otros medios, monté mi propia empresa y me mudé de radio para prosperar. Una década después miro con dolor cómo aquella quimera hoy no se podría reproducir y de qué forma el futuro nos depara un final al más puro estilo de “El Planeta de los Simios”, donde la razón, la esperanza y el crecimiento sostenible y coherente de nuestra tierra se doblega ante la codicia y la falta de solidaridad de quienes cuelgan ese anuncio en redes sociales o en cualquier página web pirata: Se alquila piso de 60 metros en Ibiza por 2.500 euros al mes.
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