Aviso al lector. Todas las palabras que vea en negrita en el presente artículo de opinión responden a acepciones incluidas en la XXIII edición del Diccionario de la Lengua Española de la RAE. A pesar de que el diccionario oficial de los castellano parlantes mantiene voces antiguas que hoy se han convertido en vulgares, y califica de «grafías antiguas» lo que apostilla no son «faltas de ortografía», como almóndiga, crocodrilo, murciégalos, toballa, vagamundo, asín o güisqui, les ruego que me permitan que siga considerando es un atentando contra el buen gusto, la cultura y el respecto por nuestro patrimonio su normalizacion. (Eso sí según La Vecina Rubia y la propia RAE hay voces antiguas que datan de 1770 que ya recogen variantes como «asín»).
Son 5.000 las nuevas acepciones que recoge la RAE en esta nueva edición, que sospechosamente se parece cada día más a los libros de texto que cambian cada año solo para obligarte a comprarlos de nuevo sin mejorar sus contenidos. Menos mal que tenemos Internet desde donde podemos acceder a numerosos blogs que las resumen con el sucinto ahorro que supone.
Para poder redactar este artículo me he tomado un poco de ginseng y me he prometido a mí misma, como premio, que esta noche cenaré sushi ya que es un alimento equilibrado que no se instala con crudeza en mis muslámenes. Sea como fuere iré después a pilates para relajarme un poco y evitar tener que ponerme botox destinado a borrar este rictus de desagrado.
No me entiendan mal, la mayoría de los términos que estarán vigentes oficialmente en nuestro manual de uso de la lengua son correctos y sacan a luz términos que ya están presentes en nuestro vocabulario, en esta línea la RAE, en respuesta a este mismo artículo nos recuerda que «no es un repertorio cerrado de lo que se debe decir, ya que esto es un error de concepto, sino que simplemente es una herramienta para entender textos que trata de recoger y definir las palabras que se usan». Los amantes de los haiku, quienes se declaran antiespañoles, los que trabajan en una ONG, o quienes deciden, en un ejercicio de libertar, ponerse un DIU o hacerse un predictor, tras haberlo hablado con su amigovio, hoy se sentirán llenos de gozo al saber que pueden ondear estas palabras sin ofender a la ilustrísima RAE, que apunta que «está entre sus criterios la inclusión de voces extranjeras que se consideran de uso habitual en español».
Los que me conocen saben que soy una amante confesa de la materialización de la que otrora fue una comisión de sabios dispuestos a ilustrar a los pobres mortales que mostramos el mayor respeto por el lenguaje. De hecho, mi perra lleva su nombre. Pero estos días la llamo “chuchita” como muestra de rebeldía. Lo siento pero desde que me quitaron las tildes a «éste», «sólo» a esa pobre «ó» que separaba número o a mi adorado «truhán» protagonista de cualquier «guión», entiéndame, ando taciturna. Cierto es que asevera que seguir usándolas no se considerará falta de ortografía pero recomienda no hacerlo, y una que es muy responsable sufre cada día que las obvia.
¿Cómo puede aceptarse llamar a un jardín de infancia de toda la vida kindergarden? ¿Era necesario recoger apócopes como peque, compa, cole, fisio o bossa? ¿Por qué tengo que asumir anglicismos como propios de palabras que sí existen en castellano como stop, party o copyright?
Les aseguro que estoy totalmente a favor de que términos que no estaban recogidos por ser neófitos como GPS, LSD, ABS, rap, chat, USB o SMS se acepten, pero no acabo de entender que privar sea ahora un término correcto y que se vea con buenos ojos “pillar costo”.
Sepan que en esta revisión del último diccionario se han eliminado 1.720 artículos que se habían incluido en la anterior y se han enmendado o remendado 8.581 errores. En esta línea ha sido preciso hacer seis revisiones de este documento, para eliminar acepciones altamente machistas como “débil y endeble” atribuibles a “femenino”, y “varonil y enérgico” a “masculino”. Por cierto que llamar a partir de enero a alguien “maricón”, por fin será un insulto, y no sinónimo de “sodomita u hombre afeminado”.
No soy conservadora, se lo aseguro, y estoy encantada de que se incluyan muchas palabras nuevas que enriquecen nuestro lenguaje, pero solo cuando no deforman las actuales hasta hacerse impronunciables. Que quieren aceptar culamen o pechamen, creo que Santiago Segura estará encantado, pero ¡uy! recoger mua como beso se me hace muy corto. Digamos que me deja una letra fuera del carrillo.
Porque, puestos a modernizarnos, ¿cómo no actualizan matrimonio y asumen que se trata de la unión de dos personas en vez de únicamente entre un hombre y una mujer? Eso no lo digo yo, sino una Ley, y quienes se han casado siendo del mismo sexo.
Puede que a algunos les parezca orgásmico que reconozca varias acepciones para describir ese nuevo sistema de comunicación llamado WhatsApp, desde wasap a wasaps, guasap y guasapear, en esta locura del todo vale donde el yodo se convierte en iodo, el alga agaragar, se queda en un 50%, y solo es agar, y mi teclado se queda corto para seguir relatando esta paliza a la corrección.
En resumen, paséense por todas las palabras en negrita de este texto, regodéense en ellas y piensen si ganamos o perdemos con este pulso que sufrimos los que nos empeñamos día a día en defender de verdad nuestra lengua. El apócope “progre”, como sinónimo de progresista, y que la RAE define como “de ideas avanzadas”, tiene connotaciones peyorativas y tintes demagogos aunque no lo confiesen, por lo que sí, lo cierto es que, en mi humilde y poco ilustrada opinión, son muy progres esta casta de académicos. Pero, como diría la reconocida tuitera, La Vecina Rubia, tras leer este texto, en el que responde con el mismo criterio que si fuese la propia Comunity Manager de la RAE, «debatir sobre la lengua es de guapas».
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