Mi nombre es Silvia Ríos y, lo confieso: soy una persona exigente con los demás, pero principalmente, conmigo misma.
No recuerdo si siempre he sido así o si, simplemente, es una virtud (o defecto, en algunos casos) que he ido adquiriendo con los años. Lo cierto es que, nadie puede alcanzar la perfección en todo lo que hace y que, por lo tanto, no tiene sentido obligarse en todo momento a alcanzar una meta en los primeros puestos si, en algunos casos, no estamos en “forma física” para lograrlo. Además, exigirse la perfección en todos los ámbitos, tanto personales como laborales, implica que, casi con toda seguridad, no acabes brillando en ninguno de ellos. En esencia, y como dicen en mi casa, “quien mucho abarca, poco aprieta” y, parafraseando a los grandes empresarios, “la especialización es la clave de todo”.
Precisamente, fue este pensamiento, más amable y encaminado a solventar esa necesidad que tengo de moderar mi nivel de control de cada cosa, el que hizo que me decantara por ser embajadora de unos de los clientes de nuestra agencia: Clínica Dental Esther de Bustamante. Que sea exigente no significa que sea una persona seria. Pero cuando no te gusta tu sonrisa y no quieres sonreír en las fotos, no ayuda mucho a la hora de hacer entender al resto del mundo que, en realidad, soy una mujer divertida y muy dicharachera.
Así pues, el pasado mes de marzo me decidí a “dar la vuelta a la tortilla” para ser exigente, pero, en este caso con mi sonrisa, confiando en un centro de odontología estética en el que creo y que es una de mis cuentas preferidas de Imam Comunicación. El flechazo con Esther de Bustamante y todo su equipo fue inmediato. Enseguida sentí lo que tantas veces había escuchado en reuniones previas sobre su filosofía de clínica y de empresa; que mi caso era único y especial, que para que el resultado fuera el deseado el tratamiento debía ser el adecuado a mis necesidades y exclusivo para mí, pero sobre todo me maravilló la idea de ver cómo para llegar a la excelencia en cada uno de sus casos, disponen de un amplio equipo de profesiones especializados cada uno en su área.
En ese momento, no pude sentirme más convencida de apostar por ellos. Encontré a un equipo que era tan exigente y dedicado en su trabajo como siempre yo he intentado serlo con el mío. Además, el trato es tan cercano, personalizado y agradable, hizo que cualquier miedo previo al cruzar las puertas de su clínica desapareciera gracias a la primera sonrisa con la que me dieron, y me siguen dando cada día la bienvenida.
Por esta razón, cuando Esther de Bustamante me pidió que fuese embajadora de su clínica, no dudé ni un segundo en aceptar. No solo porque sea su directora de marketing, ejecutando las estrategias a las que damos vida en Imam, sino porque creo en su proyecto, en sus valores y porque, desde el día en el que tuve mi primera visita, me enamoraron y me convertí en prescriptora de marca sin que ellos me lo pidieran.
En la actualidad, aún estoy en proceso de conseguir mi sonrisa soñada y demostrar con mi exterior toda la alegría que llevo en mi interior. Pero no tengo ninguna duda que el resultado rozará la excelencia y que gracias a Clínica Esther de Bustamante el camino continuará siendo agradable y divertido. ¡Una razón más para seguir sonriendo cada día!
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