Ha tenido que venir a Ibiza Alberto Chicote a sacarnos los colores y a poner de manifiesto que la picardía no es un sello únicamente español y que en nuestra isla se retrata de una forma indecente en todos los idiomas. En su reportaje personas de varias nacionalidades exhibían, con muy poca vergüenza, cómo se desplazan cada verano a la isla para hacer literalmente “el agosto”, trabajando en negro, sin cumplir con las leyes de sanidad y de seguridad existentes, y con la impunidad del que sabe que no le pasará nada. Es lo que tiene ser una de las cunas del turismo en Europa: nos hemos convertido en miel para los moscardones expertos en sacar los cuartos a los incautos turistas que no escatiman en gastos, en dejar pufos en la isla una vez acabada la temporada, y en engañarnos a todos, porque de baratos, estos “jetas” profesionales, no tienen nada.
La moda de trabajar sin factura no se extrapola únicamente al sector de los catering o de la venta ambulante de fruta, que mostraba dicho reportaje, sino que campa a sus anchas en todos los ámbitos. Aquí cualquiera exige que le pagues en B, incluso una vez ejecutado el trabajo, dando por supuesto que eres de los suyos y que dispones de una contabilidad extra que te permita hacerlo. Es curioso ver sus caras cuando les sorprendes afirmando que necesitas una factura para poder abonar sus servicios, y más todavía su indignación afirmando que eso tenías que habérselo dicho antes. ¿De verdad que es necesario explicarle a alguien que no comulgas con defraudar a Hacienda y que declaras todos los servicios que prestas y que cobras? Discúlpenme por no engañar al gobierno y a la sociedad en la que vivo, porque si exijo contar con una sanidad de calidad, con carreteras en buen estado, con calles limpias, descuentos en vuelos y seguridad, es porque asumo que con mis impuestos se pagan esas partidas. No voy a enarbolar el denostado “Hacienda somos todos”, ni tampoco a caer en la agrietada demagogia de la corrupción y del “si roban los de arriba, por qué no habríamos de hacerlo los de abajo”, simplemente creo en las cosas bien hechas y me enervan los “parásitos” que no aportan nada a la sociedad.
Estos días en los que los autónomos que sí pagamos, contribuimos y generamos empleo vemos cómo pretenden subirnos las cuotas y seguir exprimiéndonos, miro con desdén a los que se ríen en nuestra cara y nos invitan a pasarnos al lado oscuro. “Si es que sois gilipollas, lo que tenéis que hacer es daros de baja, fingir que cerráis unos meses y cobrar en negro, como todos”, esgrimen con sus miradas brillantes, mientras tú indagas con tus ojeras azuladas, fruto de otra noche sin dormir para saber cómo adelantarás los IVA de las facturas impagadas, cómo consiguen ellos conciliar el sueño.
En la vida siempre habrá dos tipos de personas, como dice mi madre, “los pringados como nosotros, que no sabemos ser malos, y los listos que se ríen en nuestra cara”, y aquí no tenemos dos opciones, bueno, una sí, denunciarles a ver si les cae una buena multa con la que expiar sus pecados y devolvernos lo robado. Porque, aunque no se lo crean, aunque piensen que no pasa nada por hacer las cosas mal, la realidad es que si queremos que nos quieran debemos dar amor, y si buscamos vivir en un lugar mejor, es preciso contribuir a convertirlo en un sitio perfecto. La factura por favor.
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